17 de mayo de 2025
Por María Florencia Polanco
"Estoy aburrido" es una frase que a menudo los adultos no desean escuchar de los niños. Muchos intentarán eliminar rápidamente ese sentimiento, ya sea con actividades programadas o con un recurso común en la actualidad: las pantallas. No obstante, el aburrimiento, entendido como un tiempo sin una tarea estructurada, juega un papel fundamental en el desarrollo infantil (y también en el de los adultos).
"El aburrimiento puede ser muy beneficioso para el desarrollo y el aprendizaje de los niños, especialmente en habilidades como la creatividad, la paciencia y la toma de decisiones. Afrontar ese espacio incómodo estimula la organización y la generación de proyectos propios", afirma Magdalena Sánchez, psicóloga de la Fundación Cap.
El problema, advierte, es que los adultos no siempre manejan bien el aburrimiento de los niños, especialmente durante las vacaciones. "Muchas veces los padres se sienten culpables, porque creen que sus hijos no están lo suficientemente estimulados o que están perdiendo el tiempo. Entonces, buscan intervenir inmediatamente con una pantalla o una actividad guiada". Sin embargo, en realidad, es crucial permitir que los niños se enfrenten al aburrimiento y encuentren sus propias soluciones.
"Pensamos que, cuando se están aburriendo, tenemos que intervenir con alguna actividad lúdica o de distracción, cuando en realidad lo que debemos hacer es utilizar ese espacio como un trampolín para que busquen por ellos mismos nuevas actividades entretenidas que los motiven e involucren", añade Jaime Fauré, académico de Psicopedagogía de la Universidad Andrés Bello.
Las pantallas se han convertido en la solución más rápida para el aburrimiento, pero los expertos advierten sobre sus riesgos. "No es lo mismo salir del aburrimiento buscando una actividad propia que simplemente distraerse con una pantalla. La pantalla reduce la capacidad de acción del niño, lo convierte en un receptor pasivo de información", señala Sánchez.
Tiempos de Calma
Lorena Zúñiga, madre de dos niños de 4 y 5 años, alguna vez sintió esa culpa por no mantener a sus hijos constantemente estimulados, pero en Nueva York, donde reside actualmente, descubrió la estrategia "tiempo de calma", un espacio de una hora que se implementa en las escuelas desde temprana edad. Ella comenzó a aplicarla en su hogar. "Durante ese tiempo, realizan una actividad tranquila, sin pantallas; pueden leer, dibujar, pero tienen que entretenerse solos. Eso también te permite que, como adulto, tengas un tiempo y espacio para ti", explica. Hoy, sus hijos no solo disfrutan de ese tiempo sin un plan establecido, sino que lo esperan con ansias. "El valor de que aprendan a aburrirse es que aprendan a estar consigo mismos y a buscar su propia diversión", opina.
Desde la neurociencia, Florencia Álamos, directora ejecutiva de la Fundación Kiri, sugiere que "es mejor hablar de tiempo de ocio que de aburrimiento", ya que este último suele asociarse más con una sensación de insatisfacción o falta de interés. En cambio, el tiempo de ocio "puede ser un momento para dejar volar la imaginación, evocar recuerdos o divagar". Además, la neurocientífica explica que durante estos espacios de calma, se activan diferentes regiones cerebrales conocidas desde 1997 como "la red por defecto".
"Hoy se sabe que desempeña un papel clave en diversos procesos fundamentales para las personas, como la introspección, la comprensión de la perspectiva de los demás, la memoria autobiográfica, la divagación mental y la generación de nuevas ideas", detalla. Por lo tanto, Álamos considera que es importante "tener tanto espacios de ocio como momentos en los que realizamos actividades concretas. En ambos casos, se activan redes cerebrales distintas y es en esa alternancia donde surge la creatividad".
Fauré coincide en que no todos los tipos de aburrimiento son iguales. Él distingue entre dos: el aburrimiento que surge de la falta de interés en una actividad impuesta y el que permite la exploración personal. "Cuando un niño se aburre en clases, probablemente el problema sea la metodología utilizada o la falta de motivación", indica. En cambio, "el aburrimiento productivo, que permite que el niño descubra intereses propios y genere ideas, puede fomentar el aprendizaje y la creatividad".
Fuente:
POLANCO, María Florencia. (2025, 17 de Febrero). Sección: EDUCACION, Pág. 9.